Por Oswaldo Ceballos |
Inteligente, astuto y que desde cero formó un capital político que dominó de norte a sur el estado Veracruz, Fidel Herrera Beltrán logró posicionarse en lo más alto de la esfera tanto social como política. Es indudable el poder que tuvo.
Ahora con su fallecimiento y homenaje en el mismo Congreso del Estado, se demuestra lo bien querido que fue y lo tan odiado que llegó a ser.
Las dos sensaciones, se las ganó a pulso.
De algunos de los periodistas o reporteros, pero sobre todo empresarios de Medios que se deshacen en elogios del exgobernador se entiende puesto que Fidel Herrera, a donde quiera que iba, soltaba fajos de dinero a diestra y siniestra, hacían filas para recibir los famosos “chayos” y por eso siempre era esperado en los municipios por una gran parte de la prensa en aquél entonces.
En su administración, hubo un incremento desmedido de nuevos medios de comunicación, ante el casi seguro convenio que el Gobierno del Estado tendría con ellos, fue un gasto excesivo entre cochupos y acuerdos que se dio en esos años para con la prensa que estaba casada con publicar todo lo que el gobernador hacía.
Porque no solo era el ejecutivo estatal como entidad, también las dependencias ofertaban esos convenios lo que infló todavía más esos números.
Por eso tanto amor.
Por eso en esa administración se hicieron muy famosas las palabras “falófago” y “genuflexo” en Veracruz, porque él con su amplio vocabulario las colocó en la oralidad jarocha.
Claro que no todos los comunicadores cayeron en ese limbo, hubo varias honrosas excepciones.
También, resolvía a billetazos diversos problemas sociales, no permitía las manifestaciones abriendo un diálogo con los inconformes y casi siempre la solución era calmar al líder con una buena oferta económica (mientras los seguidores se conformaban con una torta y el chesco).
Es verdad que hizo más obra que muchos otros gobernantes, algunos lo llamaban “el señor de los puentes” pues ejecutó varios en todo el estado, otros más quedaron a medias.
Con él, creció de forma exponencial el número de concesiones de taxis y aparte la instrucción era clara, estas unidades serán de color rojo puesto que rojo es el PRI y rojo será el estado.
Hizo millonarios a muchos, pero a muchos personajes que antes eran menos que nada, por eso tampoco se entiende que algunos malagradecidos no le rindieran siquiera un “gracias, tío Fide” ahora en su partida o unas lágrimas aunque sean hipócritas en su despedida.
Porque este hombre sí se metía al lodo, sí ayudaba a costa de muchas cosas a mucha gente, sí se empeñó en que su nombre se levantará a tal grado que sonará fuerte en Ciudad de México, que fuera contemplado, que fuera respetado y admirado.
Él nunca te decía que no, para eso tenía a sus subalternos quienes hacían la función de los villanos del cuento y ahí te “bateaban” si tu petición no se te podía conceder.
Entre los oscuros pasillos gubernamentales crecían los chismes de lo mujeriego que era, esa debilidad humana y en este caso la debilidad del hombre ante el deseo carnal de lo inalcanzable, de lo ajeno, de la belleza en una mujer que cautiva hasta al más sereno y qué, sabiendo de su inmenso poder, podía tocar lo intocable.
Uno de los tantos pecados por los que no debería juzgarse, a excepción claro de su esposa doña Rosa Borunda (QEPD), una gran mujer sin duda alguna.
Del tema de la violencia, aún quedan esos recuerdos de una etapa de claroscuros donde mientras unos sonreían por lo bien que les estaba yendo, otros lloraban la ola de inseguridad que apabulló muchas zonas de la entidad.
Ayudó a muchos, sí, de forma desinteresada, sí. Con recursos públicos, también (o de sus casuales loterías ganadas) pero también tuvo sombras que son gigantescas como la luna.
Quien mal recuerde a Javier Duarte de Ochoa y todo lo malo que desencadenó para el estado de Veracruz tengan presente que quien lo puso ahí fue precisamente Fidel, decisión que sorprendió a propios y extraños pues nadie daba un cacahuate por el joven regordete cargamaletas del flamante gobernador.
Héctor Yunes, se enojó.
Reynaldo Escobar, se enojo.
La innombrable (aquella que si mencionas se molesta), se enojó.
Se consideraban candidateables para ser el sucesor de Fidel y en un giro de tuerca, al más puro estilo del tío, les cambió la jugada a todos y señaló con su dedo cuenqueño al de lentes, al que tuvo un paso cuestionable en Finanzas y aún así, se sacaba la lotería.
Esa decisión, también marcó el destino de muchos veracruzanos por la ineptitud y comportamientos soberanos de los Duarte, aquellos que se creían Reyes de Veracruz.
El final de ese sexenio ya lo conoce usted, un Javier Duarte que mutó a Alex Huerta huyendo de la justicia (mandada por el propio PRI, su PRI) y luego en prisión, desde donde sigue “tuiteando”.
La deuda económica que se contrajo durante el sexenio de Fidel fue abismal, grosera y un insulto para los veracruzanos, menos para aquellos que se beneficiaron plácidamente de esos recursos, entre prensa, empresarios y nuevos ricos ellos le deben un agradecimiento en vida y muerte al tío Fide, un hombre amado y odiado, un hombre que apagó y provocó el fuego con las manos, un hombre tenaz que desde el humilde Nopaltepec, nació para conquistar a todo el estado de Veracruz.